UNA DE CHINOS
¡Quién te ha visto y quién te ve! Tú, que desde siempre has sido enemigo jurado de los japos y ahora dices que te gusta el cine oriental, ¡que vergüenza!
Así de contundente es la verdad, quién me lo iba a decir a mi que hoy en día me estoy haciendo la colección de películas de Bruce Lee y demás obras maestras del cine de acción de Hong Kong.
Pero un momento, antes tengo que aclarar unas cosas para defenderme. Desde que sufrí la invasión del manga y, especialmente, los grupos de j-pop que me machacan el oído todo el día por culpa de mi hermano, creció en mi una aversión irracional hacia el país del sol naciente hasta convertirme en una especie de general McArthur, ¡Estaba hasta las glándulas de japoneses!
Pero sin embargo, entraron dos grandes genios en mi vida que me hicieron ver cuan grande eran las historias de ninjas, samurais, karatekas, pagodas, dojos...
Sí señor, fue primero Frank Miller con su magnífica y memorable etapa en Daredevil donde, al cargo de los guiones y los dibujos, rodeaba de ninjas de la organización La Mano al bueno de Matt Murdock y, para más inri, aparecía esa sexy maestra de las artes marciales llamada Elektra para ayudarle y hacerle la vida imposible a partes iguales.
Estas historias tenían un toque cinematográfico genial e intencionado, pues Miller se reconoce fanático del cine de artes marciales y su estilo está enormemente influido por estas películas, y vaya si se nota en esas viñetas con esos juegos de luces, esos combates solitarios y los combates de DD contra corros de ninjas alrededor suyo en el mejor estilo Furia Oriental.
El otro sensei que me llevó por este camino fue el genial Tarantino con cierta película de la que ya he hablado y me he deshecho en elogios.
El combate en la nieve, las máscaras de Kato (personaje de Bruce Lee en The Green Hornet), el chandal amarillo, Tokyo sobrevolada de cerca, el Shawscope, Sonny Chiba...
De la película se dirán muchas cosas, pero el homenaje y el detalle de tantos filmes asiáticos es genial.
Y es que, servidor, lo flipa con esos primeros planos de los ojos a la vez que un tamborileo va preparando la acción, esas luchas de perfil con las persianas filtrando unos pocos hilos de luz, esas coreografías bien curradas, esas espadas con nombre e historia, esas trompetas chirriantes que acompañan la acción, el sensei que siempre tiene una palabra que decir...
Es por ello que estoy devorando producciones de los hermanos Shaw y demás, pues no hablamos de tópicos sino de buenas películas de las que posiblemente todos tenemos un recuerdo. Mi recuerdo es el de un niño que abandonó el judo por falta de vocación pero que le encantaban esas películas que emitía el programa Cinturón Negro en Antena 3 y que también se veían en Canal Sur en la sobremesa (que pena que ya no echen buenas películas a esas horas, ni un simple western), o en las noches de La 2. El recuerdo de ver a ese Bruce Lee canijo pero fibroso repartiendo leches en un dojo a la escuela japonesa de Suzuki, en Roma luchando con Chuck Norris y en un gimnasio haciendo lo propio con Kareem Abdul-Jabbar (que hizo un papel descojonante en Aterriza como puedas)
Así pues reciclo ahora otra de mis aficiones de mi infancia y hago las paces con los orientales que, joder, hacen muy buenas películas.
Eso si, Jet Li y Jackie Chan son un truño.
Y los grupos japoneses una mierda más grande.
¡Quién te ha visto y quién te ve! Tú, que desde siempre has sido enemigo jurado de los japos y ahora dices que te gusta el cine oriental, ¡que vergüenza!
Así de contundente es la verdad, quién me lo iba a decir a mi que hoy en día me estoy haciendo la colección de películas de Bruce Lee y demás obras maestras del cine de acción de Hong Kong.
Pero un momento, antes tengo que aclarar unas cosas para defenderme. Desde que sufrí la invasión del manga y, especialmente, los grupos de j-pop que me machacan el oído todo el día por culpa de mi hermano, creció en mi una aversión irracional hacia el país del sol naciente hasta convertirme en una especie de general McArthur, ¡Estaba hasta las glándulas de japoneses!
Pero sin embargo, entraron dos grandes genios en mi vida que me hicieron ver cuan grande eran las historias de ninjas, samurais, karatekas, pagodas, dojos...
Sí señor, fue primero Frank Miller con su magnífica y memorable etapa en Daredevil donde, al cargo de los guiones y los dibujos, rodeaba de ninjas de la organización La Mano al bueno de Matt Murdock y, para más inri, aparecía esa sexy maestra de las artes marciales llamada Elektra para ayudarle y hacerle la vida imposible a partes iguales.
Estas historias tenían un toque cinematográfico genial e intencionado, pues Miller se reconoce fanático del cine de artes marciales y su estilo está enormemente influido por estas películas, y vaya si se nota en esas viñetas con esos juegos de luces, esos combates solitarios y los combates de DD contra corros de ninjas alrededor suyo en el mejor estilo Furia Oriental.
El otro sensei que me llevó por este camino fue el genial Tarantino con cierta película de la que ya he hablado y me he deshecho en elogios.
El combate en la nieve, las máscaras de Kato (personaje de Bruce Lee en The Green Hornet), el chandal amarillo, Tokyo sobrevolada de cerca, el Shawscope, Sonny Chiba...
De la película se dirán muchas cosas, pero el homenaje y el detalle de tantos filmes asiáticos es genial.
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Y es que, servidor, lo flipa con esos primeros planos de los ojos a la vez que un tamborileo va preparando la acción, esas luchas de perfil con las persianas filtrando unos pocos hilos de luz, esas coreografías bien curradas, esas espadas con nombre e historia, esas trompetas chirriantes que acompañan la acción, el sensei que siempre tiene una palabra que decir...
Es por ello que estoy devorando producciones de los hermanos Shaw y demás, pues no hablamos de tópicos sino de buenas películas de las que posiblemente todos tenemos un recuerdo. Mi recuerdo es el de un niño que abandonó el judo por falta de vocación pero que le encantaban esas películas que emitía el programa Cinturón Negro en Antena 3 y que también se veían en Canal Sur en la sobremesa (que pena que ya no echen buenas películas a esas horas, ni un simple western), o en las noches de La 2. El recuerdo de ver a ese Bruce Lee canijo pero fibroso repartiendo leches en un dojo a la escuela japonesa de Suzuki, en Roma luchando con Chuck Norris y en un gimnasio haciendo lo propio con Kareem Abdul-Jabbar (que hizo un papel descojonante en Aterriza como puedas)
Así pues reciclo ahora otra de mis aficiones de mi infancia y hago las paces con los orientales que, joder, hacen muy buenas películas.
Eso si, Jet Li y Jackie Chan son un truño.
Y los grupos japoneses una mierda más grande.
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