MI MALDICIÓN LITERARIA
Pues no, no me he ido de vacaciones, aquí estoy aguantando el peor verano de mi historia (y eso que aún no me he tragado ningún festorro chiringuitero) y con las actividades de ocio, incluyendo esta, mermadas en detrimento del studiare e laborare. Vaya mierda de verano, se los juro. Si conocen a algún profesor particular denle sus bendiciones porque les aseguro que es un gremio muy puteado, y si encima tienen que quitarse de encima tres asignaturas jodidas pues no estaría de más que se acuerden de este, su bitacorero amigo.
Y bien que me vendría una bendición encima, pues a falta de una historia mejor (que no es que no las tenga, sino que no las puedo escribir ahora como se merece) les voy a hablar de una suerte de maldición gitana o incluso loveraftiana que parece que me acompaña a la hora de leer, que por suerte puedo rascar algo de tiempo para tan insigne y sana afición.
En las últimas navidades, ya a finales de año, me veía con más dinero del que preveía y decidí auto regalarme aquel libro de Will Eisner, El comic y el arte secuencial, como ya les comenté en su día y que disfruté bastante. Tristemente, recién entrado el presente año, el bueno de Will murió.
Así pues, sería en febrero cuando me da por revisar esa gran novela que es Miedo y asco en Las Vegas (aprovechen ahora para recuperarla porque es genial) del rey gonzo Hunter S. Thompson y, no sin sorpresa, va el amigo y se vuela los sesos ese mismo mes váyase usted a saber porqué (sobre todo conociendo la agitada vida del autor). Esto ya da un poco de acojone.
Y ya para rizar el rizo me entero en un blog vecino (lo siento, no recuerdo cual es) que uno de mis escritores preferidos, Michael Moorcock, está enfermo de cierta gravedad mientras yo estaba leyendo su Behold the man (en español es He aquí el hombre, pero está descatalogado, por eso lo estoy leyendo en inglés).
Ya van tres víctimas de mi maldición y menos mal que muchos de los autores leídos este año están ya fallecidos aunque no descarto que Howard, Dick o el propio Lovecraft se levanten de sus tumbas como contrapartida de la maldición (de este último incluso me lo puedo creer). Así que si conocen algún curandero o brujo vudú pues mandenmelo a ver que se puede hacer, eternamente agradecido.
Y, otra cosa: Sr. Chabon, en el improbable caso de que usted me esté leyendo le ruego que no salga de su casa en esta semana y que tenga cuidado con lo que coma, que no me quiero hacer responsable. De nada.
P.D.: Recupérese pronto, Sr. Moorcock!
Resulta que
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